Los mercadillos son diferentes tiendas ambulantes de venta que se instalan un día fijo de la semana en casi todas las poblaciones de Barcelona.
El mercadillo de la Zona Franca de Barcelona es muy grande y se monta todos los domingos, llueva o haga sol.
A primerísima hora de la mañana llegan los vendedores con sus furgonetas y camiones que van instalando sus diferentes tenderetes a lo largo y a ambos lados de varias y anchas calles de esta parte de Barcelona, como las calles Acero, Hierro y Plomo. Son calles de la Zona Franca, junto a los almacenes de contenedores del puerto y ocupadas por naves industriales que los domingos están cerradas. Los feriantes estarán aquí hasta el mediodía o hasta que agoten su oferta.
En el mercadillo se venden diferentes mercancías a precios muy económicos donde podemos encontrar verdaderas gangas. Normalmente son restos de serie que los feriantes obtienen de fábricas, o mercancías de comercios que cerraron y les vendieron la mercancía que les quedo sin poder vender. Sobre todo encontramos ropa interior, juegos de cama, cortinas, tejanos, ropa deportiva, calzado, abrigos, bolsos, perfumería y mucho mas.
En el mercadillo de la Zona Franca lo que no encontrarás es alimentación, mientras que en otros mercadillos es el producto que mas se vende.
Abundan las copias de primeras marcas y ofertas del tipo “tres piezas al precio de una”, que los feriantes anuncian a viva voz. El regateo es usual y va a mas cuando se va acercando la hora del cierre, llegando a ser una diversión tanto para el comprador como para el vendedor.
La afluencia de compradores va en aumento tal como avanza la mañana y llega un momento que es complicado ir avanzando a lo largo de los puestos.
Aunque hay presencia de la policía, suelen haber visitantes que se aprovechan de esta aglomeración de personas para sustraer bolsos y carteras.
Millones de diferentes modelos de plumas estilográficas se han vendido en la Casa de la Estilográfica da de Barcelona desde que abrió sus puertas en 1938.
La tienda de Barcelona tuvo tal éxito desde sus inicios que al poco tiempo la Casa de la Estilográfica fabricó su propia estilográfica a la que bautizaron con el nombre Teflocan.
Estaba fabricada con celuloide y funcionaba tan bien que se llego a vender por toda España. Por Internet podemos encontrar algún particular que conserva y tiene a la venta alguna Teflocan de aquellos tiempos.
Don Gerardo Candales fue el fundador, que tras marchar desde su tierra natal de Galicia hacia América, regresó a España para abrir esta tienda de Barcelona junto con otros dos socios. Esta asociación se disolvió al año siguiente, formando entonces socio con su familiar Don Pere Campistany.
Actualmente siguen en el negocio este último y los hijos de Don Gerardo.
Esta casa desde sus comienzos siempre ha estado en la misma calle, primero en el número 10 de la calle Fontanella, pero por suscesivas necesidades de ampliación se trasladaron al número 19 y finalmente desde el año 1964 en la calle Fontanella 17, su actual ubicación.
Aquí puedes encontrar cualquier estilográfica que te puedas imaginar, desde modelos muy económicos hasta ejemplares exclusivos y diferentes de gran valor. Los coleccionistas acuden a esta tienda de Barcelona para adquirir las últimas novedades. Además disponen de taller donde poder llevar la estilográfica y ser reparada.
Bodega Victor es una curiosa y diferente bodega de Barcelona situada en la parte alta de Barcelona. Entrar en ella es dar un salto en el tiempo, que no siempre fue mejor.
La bodega fue fundada en 1950 por el señor Victor Capdevila, admirador de la División Azul, unidad del ejército español formada por voluntarios que sirvió entre 1941 y 1943 en el ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial contra la Unión Soviética.
Capdevila llego incluso a presentarse voluntario a la División Azul, pero una vez alistado y acantonado ya en Girona, fue reclamado por su padre por ser menor de edad y no llego a partir hacia el frente ruso.
Esta bodega fue desde su inicio un centro de reunión de antiguos divisionarios, residentes o de paso en Barcelona. Allí recordaban sus vivencias y se contaban sus batallitas.
Todavía hoy podemos observar entre las paredes de esta bodega numerosos posters y otros muchos recuerdos de la División Azul, y aunque los antiguos divisionarios han desaparecido, todavía se respira una pasada atmosfera.
Cuando el Real Club Deportivo Español tenía su estadio en el barrio, también era frecuentado por fanáticos seguidores que algún que otro alboroto habían provocado.
Actualmente la bodega sigue funcionando y es regentada por el hijo de Capdevila. En su decoración abunda la madera y en las tapas de algunos de sus barricas hay retratos de personas. Ofrece buen vino de barrica, cerveza fresquita de grifo y unas guindillas muy picantes.
Si quieres conocer esta bodega diferente de Barcelona la encontrarás en el paseo de la Bonanova 105 del barrio de Sarria, aunque su un horario de apertura es muy restringido.
En los bajos del edificio del Convento de Sant Felip Neri encontramos Casa Jornet, un mas que centenario establecimiento de ebanistería y carpintería que Miquel Jornet Estivill abrió en Barcelona en el año 1901 para fabricar reclinatorios, capillas, pupitres y otros muebles. Además, tiene una ubicación extraordinaria, ocupa los bajos del Convento de San Felip Neri y comparte muros con la Iglesia del mismo nombre.
El Convento de San Felip Neri data de 1673, tiene un claustro barroco y era conocido popularmente como el convento de los “felipones”. Mas tarde, en 1750 se construyó como anexo a este convento la Iglesia de San Felip Neri. Casa Jornet ocupa los bajos del convento y se accede a él por la calle la Palla número 10 . Limita por su pared posterior con la iglesia de San Felip Neri, ya que entre la calle y la plaza de San Felip Neri existe un fuerte desnivel.
De Casa Jornet destaca arquitectónicamente la puerta de entrada, con un arco y jambas de piedra. A lo largo del local existe una gruesa pared de piedra de metro y medio de grueso, que sostiene el primer piso del convento y que fue construido con restos de la antigua muralla de Barcelona.
Esta casa guarda entre sus paredes interesantes y diferentes historias que he tenido la suerte de escuchar directamente del Sr. Joaquim Gomez Jornet, nieto del fundador. El nació en esta casa, mas concretamente en la parte del convento, al que se accedía por una escalera ahora tapiada.
Me explica que en este local y antes de que lo ocupara su abuelo, estuvo la primera Delegación de Hacienda de Barcelona, creada en el año 1881.
El señor Joaquim me enseña una figura de San José, que había estado colocada en la entrada del taller, antes un callejón de acceso al taller. Delante de este San José, se paraba a orar Antoni Gaudí, que vivía en la zona y pasaba por allí delante camino de su obra de la Sagrada Familia.
También me explica, que al otro lado de la pared existió en el Convento y durante la Guerra Civil un refugio. Efectivamente, el Convento de San Felip Neri fue usado como albergue para niños refugiados de las zonas ocupadas por las tropas franquistas. La mañana del 30 de enero de 1938, una bomba de la Aviación Legionaria Italiana, aliada de Franco y que había despegado de Mallorca, impactó sobre este refugio. Unos niños procedentes de la zona ocupada de Madrid se habían allí refugiado, en total hubo 42 muertos, 30 de ellos niños. La familia Jornet salvó la vida por no estar en el refugio.
Casa Jornet ha seguido fiel a sus orígenes y generación tras generación de la misma familia han ido actualizando su oferta de muebles. Hoy ya no fabrican ni reclinatorios ni capillas, pero si que ofrecen un amplio y variado mobiliario que sigue las últimas tendencias del diseño. Al frente de la empresa está ya la cuarta rama de esta dinastía, Ferrán, bisnieto del fundador.
El Colegio San Ignacio de Sarriá, conocido también como los Jesuitas de Sarrià, está situado en la parte alta de Barcelona, y es diferente a cualquier otro colegio de Barcelona, entre otras cosas porque ocupa una superficie de nada menos que 85.000 metros cuadrados.
La compañía de Jesús compró en 1892 la finca Gardenyes para instalar allí este colegio. Por allí pasaba antes la riera Gardenyes y entonces había una casa con enormes jardines. Hoy estos terrenos son la ambición de todos los constructores y especuladores de Barcelona. ¿Te imaginas el valor actual de esta superficie como suelo edificable?, incalculablemente equidistante con los votos de pobreza de la compañía de Jesús.
Al edificio principal del colegio se accede por la calle Carrasco i Formiguera 32 y es de estilo neogótico. Tiene dos torres, una parcialmente inacabada, fachadas de ladrillo rojizo y ventanales con arco ojival. Su arquitecto fue Juan Martorell, maestro de Antoni Gaudí y la persona que lo recomendó para hacerse cargo de la Sagrada Familia.
Los usos que la compañía ha dado a esta adquisición han sido diferentes. El edificio se inauguró a finales de 1895, al principio únicamente en régimen de internado, en un edificio inacabado que se concluyó en 1926. En 1914 dejó de ser colegio para ser facultades de Filosofía y Teología de la Compañía hasta que en 1927 el edificio se vuelve a abrir como colegio compartiendo uso con el de la facultad.
Con la expulsión de los jesuitas durante la II República, el colegio es confiscado y pasa a ser escuela pública, hasta 1939 en que el colegio es recuperado.
Fui alumno de este colegio entre los años 1963 y 1968, entonces la calle donde está se llamaba Doctor Amigant y recuerdo especialmente la gran disciplina que se impartía y que supongo se basaba en los origines castrenses de su fundador, Ignacio de Loyola, que no fundó “una orden de sacerdotes”, fundó “la compañía de Jesús”, que no era gobernada por un “sacerdote superior”, lo era por el “general de la compañía”. Todo allí me recordaba el ámbito militar, las “clases” eran “secciones”, un conjunto de clases se llamaban “brigadas”. Íbamos a todas partes a golpe de silbato en fila de a dos y los méritos académicos se premiaban con medallas. Espero que actualmente el colegio funcione más civilmente.
Si visitáis el colegio, además de su arquitectura exterior, no dejéis de visitar su capilla y especialmente su sala de actos, un referente de la arquitectura escolar de finales del s. XIX.
Casa Orlandai es hoy un equipamiento del Ayuntamiento de Barcelona, sin embargo sus orígenes son muy diferentes.
En el siglo XVII era una casa de payes cerca de la villa de Sarria. Poco a poco Sarria fue creciendo y esta casa de payes se une con el entramado de calles con el que la villa se va haciendo grande, quedando esta casa delimitada por la calle Libertad, hoy calle Jaume Piquet, y la calle Industria, hoy calle Mare de Deu de Nuria.
En 1870 este edificio lo compró un directivo de la empresa química Cros que lo transformó en su residencia particular. Hacía muy poco tiempo que se había inaugurado la estación del Tren de Sarria, que unía al entonces municipio independiente, con Barcelona. Este hombre y sus descendientes van poco a poco haciendo sucesivas reformas de mejora hasta llegar a tener la presencia que tiene en estos momentos este bonito edificio. Es de destacar de entre otros elementos su escalera interior de mármol y sus hermosas vidrieras de vivos colores.
En 1921 Sarria se anexiona a Barcelona y el camino más frecuentado del barrio es el que va desde la estación de tren hacia la calle Major, pasando necesariamente por la puerta de Casa Orlandai.
En el año 1956 se abre en este edificio la Escuela Thalita, una referencia de gran trascendencia en la enseñanza catalana que seguía el método Montessori y muy diferente a otras escuelas de Barcelona en aquella época franquista.
En 1974 se transforma en la Escuela Orlandai, un proyecto educativo que evolucionaba abiertamente hacia una participación abierta a toda Barcelona y que se integra en la escuela pública.
Como en el año 2003 la escuela se traslada a un moderno edificio en la avenida Foix, hoy esta casa es un centro de barrio donde se hacen actividades muy diferentes abiertas a toda Barcelona, como talleres, charlas, recitales, conciertos y otras muchas más.
En Barcelona Rafael Jornet fundó en 1.873 una bodega diferente que hoy se ha convertido en Casa Rafel, un mito de la restauración en Sarria.
En el mismo centro del pueblo de Sarria, hoy un barrio de Barcelona, Rafael Jornet fundó en 1.873 la bodega Jornet. Hoy este negocio es el Restaurante Antiga Casa Rafel y continua estando en manos de la familia de su fundador.
Está situado en la calle Major de Sarria número 77 y es uno de los restaurantes míticos de Sarria.
Es un local muy agradable, rustico y que me acerca a la bodega y taberna que debió ser. Tiene una única sala con una larga barra de madera, muchos cuadros en las paredes, vigas también de madera en el techo y con jamones colgando. En la fachada azulejos de color verde brillante, aunque en sus orígenes no tenía esta decoración por lo que se aprecia en las numerosas fotos antiguas que decoran las paredes del restaurante.
Al mediodía suele llenarse por un público donde triunfa su menú, un precio ajustado y con una buena relación calidad-precio. Por la noche, un público diferente, gente del barrio y también de fuera, donde abundan los grupos de amigos.
La cocina de este restaurante es tradicional catalana y su especialidad son las carnes, rabo de toro, pies de cerdo y sobre todo si se tiene un buen apetito recomiendo probar su chuletón de Girona de medio kilo.
Muy cerca de este restaurante encontramos a otro mito de la restauración de Sarria, el también popular Casa Joana. Se encuentra un poco mas abajo de la calle Mayor de Sarria y existe una relación familiar entre ambos restaurantes.
Por mi experiencia de las veces que he visitado el Restaurante Antiga Casa Rafel, un punto que deberían revisar es el servicio. Siendo los camareros de profesión, se nota su larga experiencia en el servicio de mesas, el trato con el cliente ocasional no se corresponde con lo que se espera si se quiere fidelizar y hacer que el cliente vuelva. Sin embargo el trato con los clientes asiduos, siempre hay muchos grupos de amigos, lo observo de una forma mas atenta.
El Ateneu Barcelonés es una asociación cultural e intelectual diferente a otras, que fue fundada en Barcelona el 21 de mayo de 1860 y que tiene más de 4.000 socios.
Tiene la biblioteca patrimonial privada más importante de Catalunya que se creó de una forma diferente a otras bibliotecas, ya que se hizo con aportaciones y adquisiciones de libros de la época y anteriores. Encontramos libros desde 1502 hasta la actualidad, cinco siglos de cultura en esta impresionante biblioteca, que la convierten en el centro de la cultura catalana.
En 1836 Ateneu Barcelonés adquirió el antiguo palacio Savassona, de origen medieval, y esta es su sede desde aquel año, habiendo tenido diferentes reformas.
La entrada principal se hace desde la calle de Canuda número 6 por una entrada de carruajes, allí y por una escalera noble accedemos a la primera planta.
Desde esta planta podemos acceder a diferentes salones y al patio de reminiscencias románticas con un jardín suspendido, de altísimas palmeras buscando la luz y un pequeño estanque con una fuente donde el jueves de Corpus se celebra el “l’ou com balla”.
Alrededor de este estanque diferentes mesas y sillas donde tomar un café y disfrutar de una tranquilidad bien diferente al bullicio de las muy cercanas Ramblas.
La espectacular biblioteca construida con madera maciza, tiene frescos de temas mitológicos en paredes y techos, algunos pintados por Francesc Pla.
En otra sala, donde aparezco fotografiado, hay unos sillones antiguos que fueron restaurados y que datan de 1906.
El Ateneu Barcelonés organiza conferencias, recitales, conciertos, exposiciones. También tiene una de las mejores escuelas de escritura que existen, en ella podemos mejorar nuestra técnica e introducirnos en el mundo de la literatura.
La visita a este lugar está restringida a sus socios, aunque organiza diferentes visitas guiadas para todos los públicos.
Si vas a visitar este lugar, tampoco te olvides de ver la cabina de su ascensor, que fue de los primeros en instalarse en Barcelona.
Cuando Barcelona se inunda de diferentes comercios de diseño franquiciados para la venta de vino que se hacen llamar vinotecas y casi siempre regentadas por aficionados con el afán único de ganar dinero, en el barrio de Sants existe una emblemática bodega fundada a finales del siglo XIX.
En 1885, el bisabuelo del actual propietario, fundó la bodega Gelida, una humilde bodega de Barcelona, no diferente a cualquier otra, dedicada a la venta de vinos a granel.
En los años 70, su bisnieto Toni Falguera, que había nacido en ese mismo local y seguía la tradición familiar, empieza a viajar fuera de España, se sacia de lecturas especializadas y decide apostar por la innovación. Cambia radicalmente la filosofía y organización de la bodega, se especializa en vinos embotellados y nace así el “Celler de Gelida” ubicado en la calle Vallespir 65 de Barcelona.
Desde entonces Toni ha conseguido reunir, con gran conocimiento y gran criterio, más de 3.500 referencias de vino y más de 100 añadas diferentes, joyas de coleccionistas, burdeos y riojas de principios de siglo pasado, que forman una colección muy importante.
Toni es una gran defensor y promotor de los vinos catalanes, pero no tiene cualquier botella de vino, aquellas que no tienen una relación calidad-precio no las encontrarás en su bodega. Aquí se venden solo vinos con el convencimiento que detrás existe una calidad y esto se transmite a su clientela, que ha ido aumentando con el boca a oreja.
Al disponer en nuestra Barcelona de tantas añadas diferentes, podemos escoger en esta bodega aquella botella de aquel año tan especial que queramos recordar, un nacimiento, una boda, un buen recuerdo para celebrarlo junto a la persona indicada; seguro que Toni te ayudará en la elección.
Toni Falguera es la cuarta generación, pero ya hace tiempo se incorporó la quinta generación, Ferrán y Meritxell, que además trabajan junto a un equipo muy profesional de colaboradores. Ferrán ha abierto la bodega a las nuevas tecnologías, está vendiendo vinos a todos los rincones del planeta. Meritxell,, es también una gran experta con un blog muy interesante.
En el local de enfrente, Celler de Gelida tiene otra bodega apta para guardar en inmejorables condiciones hasta 100.000 botellas. Toni va adquiriendo las mejores cosechas en su juventud y las deja hasta allí hasta que alcanzan su punto óptimo de degustación. Esto le permite ofrecer en su bodega grandes vinos al mejor precio.
Si no conocéis esta bodega de Barcelona, os aconsejo la visitéis y dejar aconsejar. O si prefieres guiarte por tus conocimiento o instintos, date una vuelta por sus estanterías, en cada botella encontrarás una etiqueta colgada con los datos y características de ese vino.
Podemos hablar de un restaurante o de un whisky, pero el Caballito Blanco que yo conozco es un restaurante de Barcelona.
El nombre del whisky escocés White Horse hace referencia a unas figuras misteriosas que se hallan en el centro sur de Inglaterra, un autentico enigma ingles.
El restaurante El Caballito Blanco tiene un nombre de origen y enigma diferente. Este restaurante lo abrió en los años 40 un alemán que le puso el nombre de una canción tradicional de su país. Según me cuenta el actual propietario, este local era un lugar de reunión de oscuros personajes nazis de la Barcelona de aquella época, que usaban como tapadera este restaurante de la calle Mallorca 196 de Barcelona.
En 1950, el padre del actual propietario compró el restaurante, y para no pagar las cinco pesetas que costaba cambiar el nombre, lo mantiene tal cual, el Caballito Blanco.
Aparte del origen de este restaurante, es un lugar que vale la pena de conocer y sobre todo de probar su buena cocina.
Yo lo descubrí gracias a un buen amigo, Pedro Gargante, y la primera vez que estuve fue en el verano de 1972, cuando ejerciendo de Rodríguez con mi padre, solíamos ir una vez a la semana. Creo que su decoración no ha variado mucho, la semana pasada estuve allí y es como volver al pasado. Aún conserva dos de sus mesas originales, aunque los impolutos manteles blancos nos impiden verlas.
Yo lo definiría como un bistró donde se come muy bien, una cocina casera con referencias catalanas, vascas y francesas, donde prima el producto fresco y de temporada, platos abundantes y un servicio atento y profesional, que recomienda a un público adicto y fiel que le hace caso.
Excelentes sus canelones, sus guisantes y habas en temporada, su rabo de toro, su pescado salvaje y un montón más de platos. Una bodega de vinos con las marcas de toda la vida. No es un restaurante económico, pero la calidad tiene un precio diferente.
Si vais algún día a este restaurante de Barcelona, pedid que os enseñen la cocina, es diferente ¡¡¡es de carbón!!! , auténtica y funcionando como el primer día.