16/7/13

SAN IGNACIO, UN COLEGIO DIFERENTE EN BARCELONA DE 85.000 METROS CUADRADOS


El Colegio San Ignacio de Sarriá, conocido también como los Jesuitas de Sarrià, está situado en la parte alta de Barcelona, y es diferente a cualquier otro colegio de Barcelona, entre otras cosas porque ocupa una superficie de nada menos que 85.000 metros cuadrados. 


La compañía de Jesús compró en 1892 la finca Gardenyes para instalar allí este colegio. Por allí pasaba antes la riera Gardenyes y entonces había una casa con enormes jardines. Hoy estos terrenos son la ambición de todos los constructores y especuladores de Barcelona. ¿Te imaginas el valor actual de esta superficie como suelo edificable?, incalculablemente equidistante con los votos de pobreza de la compañía de Jesús.

Al edificio principal del colegio se accede por la calle Carrasco i Formiguera 32 y es de estilo neogótico. Tiene dos torres, una parcialmente inacabada, fachadas de ladrillo rojizo y ventanales con arco ojival. Su arquitecto fue Juan Martorell, maestro de Antoni Gaudí y la persona que lo recomendó para hacerse cargo de la Sagrada Familia.

Los usos que la compañía ha dado a esta adquisición han sido diferentes. El edificio se inauguró a finales de 1895, al principio únicamente en régimen de internado, en un edificio inacabado que se concluyó en 1926. En 1914 dejó de ser colegio para ser facultades de Filosofía y Teología de la Compañía hasta que en 1927 el edificio se vuelve a abrir como colegio compartiendo uso con el de la facultad.

Con la expulsión de los jesuitas durante la II República, el colegio es confiscado y pasa a ser escuela pública, hasta 1939 en que el colegio es recuperado.

Fui alumno de este colegio entre los años 1963 y 1968, entonces la calle donde está se llamaba Doctor Amigant y recuerdo especialmente la gran disciplina que se impartía y que supongo se basaba en los origines castrenses de su fundador, Ignacio de Loyola, que no fundó “una orden de sacerdotes”, fundó “la compañía de Jesús”, que no era gobernada por un “sacerdote superior”, lo era por el “general de la compañía”. Todo allí me recordaba el ámbito militar, las “clases” eran “secciones”, un conjunto de clases se llamaban “brigadas”. Íbamos a todas partes a golpe de silbato en fila de a dos y los méritos académicos se premiaban con medallas. Espero que actualmente el colegio funcione más civilmente.

Si visitáis el colegio, además de su arquitectura exterior, no dejéis de visitar su capilla y especialmente su sala de actos, un referente de la arquitectura escolar de finales del s. XIX.

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